domingo, 27 de marzo de 2011

Perfecto amor (parte 1)



Un papel viejo y arrugado llamó la atención de Luciana. Después de todo lo que había pasado con Simón, ella no había vuelto a abrir la agenda que él le había regalado, simplemente era muy doloroso. Empezó a leer lo que ella había escrito ahí:

Recordó el día en que lo conoció. Ella había ido a eskiar con unos amigos y se había perdido en la montaña. Pasó casi toda la noche en una cueva hasta que Simón la encontró casi muerta de frió. Pero no había ido en busqueda de ella. Él también se había perdido y buscaba donde refugiarse. Luciana no era muy amigable con los hombres. Consideraba que ninguno tenía lo que ella buscaba. Pero no era el momento de hacerse la antipática, así que después de que él prendió una fogata, conversaron toda la noche, y hablaron de todo un poco. De su pasado, de su trabajo, de lo que querían hacer si sobrevivían a la tormenta y esa noche tan helada. Se hicieron amigos y cuando los rescataron al día siguiente Luciana estaba empezando a creer que tal vez había encontrado el perfecto amor que había estado buscando toda su vida...

Una sonrisa melancólica se dibujó en los labios de Luciana al terminar el primer verso y siguió leyendo...


Por su cabeza pasaron momentos como el primer beso, la canción que él le dedicó y el día en que le propuso matrimonio. Todo marchaba tan perfecto como ella lo había deseado. Su luna de miel fue en una playa de blanca arena y mar cristalino.

Lagrimas llenaron los ojos de Luciana, pero siguió valientemente leyendo, aunque sabía que solo la llevarían a recordar...


Con un agudo dolor recordó el día en que él salió a cabalgar con sus amigos. Ella lo esperaba para cenar, pero cuando vio que se demoraba empezó a preocuparse. Simón jamás llegaba tarde. Esperó y esperó hasta que finalmente timbró el teléfono, era Felipe, uno de los amigos con los que había salido ese día.
Con precisión repitió para sí las palabras de Felipe, “El caballo de Simón se desbocó y él se cayó, lamento decirte que no se encuentra bien.” La sensación de vértigo que sintió en ese momento también estaba intacta en sus memorias, pero todo lo que sucedió luego esa noche era una mancha borrosa.

Luciana se encontraba al lado de la cama de Simón, en un cuarto de hospital poco amigable. El mundo perfecto de Luciana se había derrumbado en un segundo. Su perfecto amor yacía inmóvil, sin poder hacer nada por sí mismo y ella jamás pensó que tendría que estar preparada para una situación así. ¿Qué iba a hacer? Los médico le habían dicho que no había mucho que pudieran hacer. Tal vez lograra respirar por sí mismo, (aunque probablemente necesitara tanque de oxígeno) o hasta depronto recuperar la movilidad de sus brazos, pero jamás volvería a hablar, escribir ni mucho menos caminar, había sufrido lesiones en la columna y la cabeza. Luciana tenía una voluntad de hierro y esa noche juró cuidar a Simón hasta que se recuperara, (porque tenía plena fe de que así sería), pero no sabía lo que se le venía...

ya no quería seguir leyendo...la memoria estaba haciendo que la cicatriz del pasado sangrara nuevamente, pero no podía parar, había abierto una puerta que no podía cerrar.


La culpa la inundó cuando pensó en el primero momento en que quizo dejarlo todo tirado, incluido a Simón e irse lejos donde pudiera olvidarse de toda esa pesadilla. No poder comunicarse con él la desesperaba, nunca sabía qué quería, a pesar de que él trataba de hablarle con la mirada y con el poco movimiento de sus manos. Él veía su desespero y lloraba de frustración mientras que ella trataba de fingir paciencia y comprensión, virtudes que no creía poseer en el momento.
















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