domingo, 27 de marzo de 2011

Viaje o diversión


Piel canela, minifalda de jean, camisa negra manga sisa, ojos llenos de rímel, delineador negro, sombra blanca y cabello negro pegado por la grasa. Una joven lleva una maleta verde oscuro, al parecer muy pesada por su mueca de dificultad. Trata de seguirles el paso a su amiga y a su novio quienes sólo se besan y de vez en cuando le hablan. Bajan las escaleras eléctricas. El panorama en la plaza central es de múltiples niños montando en carritos acompañados por sus abuelos y padres al tiempo que a sus alrededores se ven los demás juegos del parque de diversiones que saben a mecato, totas y helados de las casetas aledañas. El Centro Comercial Terminal del Sur da la bienvenida a su pluralidad de público. Personas de pueblos, de la ciudad, de estratos altos y bajos se dan citas en este punto común.

Aquí las posibilidades son múltiples. El centro comercial cuenta con 187 locales comerciales, 67 oficinas, 20 bodegas, 1 capilla, 1 auditorio, 3 salas de cine, cajeros automáticos, corporaciones bancarias, peluquerías, droguerías, y 306 parqueaderos gratuitos y además de esto es un lugar de transporte que conecta con diversos  destinos al sur del país. 

Jorge Gómez un anciano que lleva 8 años  trabajando en este lugar nos comentó algo de su historia. Don Jorge  es quien  maneja los carritos infantiles, pero antes tenía un negocio de patinetas, junto a algunas rampas que hay en las afueras del centro comercial. Él nos cuenta que este centro ha ido creciendo debido a que comerciantes y viajeros, ya sean extranjeros o nacionales, se interesan en la compra al por mayor de los productos vendidos allí para comercializar en sus tierras, y ¿qué es mejor para las microempresas que poder mostrar sus productos al visitante en el momento en que llega a Medellín?. Así mismo es una oportunidad para poner negocios, dirigidos a la clase media y media-baja que es la que frecuenta con mayor afluencia este sitio. El Centro Comercial Terminal del Sur permite ingresos económicos tanto a las microempresas departamentales como  nacionales ya que impulsa el desarrollo del comercio por medio de la apertura de vías y la captación de clientes,  además de tener el valor agregado de estar muy bien vigilado debido a su conexión con la terminal de transportes lo que hace a sus visitantes y vendedores sentirse cómodos y seguros. 

Los skate son parte del paisaje. Este sitio alberga jóvenes sin camisa con “blue jeans” rasgados, correas de taches y cámaras fotográficas y filmadoras que utilizan mientras hacen piruetas por los aires con sus patinetas y bicicletas.  Al interior del centro comercial además de las familias se pavonean parejas de jóvenes que acceden a un cine por $3000, pero antes de llegar allí han parado más de 5 veces a besarse y abrazarse. Los taxis afuera esperan a los viajeros, hay días que no dan abasto, pero los domingos no son días buenos para viajar.  En cuanto a la terminal, allí es normal ver personas con maletas icluyendo estudiantes de grado undécimo que salen a la excursión y que deciden tomar un bus para subir al aereopuerto en Río Negro para partir hacia San Andrés o Panamá. A diferencia de la Terminal del Norte esta  terminal es más ordenada, tranquila y limpia debido a cierta conciencia por parte de sus usuarios. 

Pareciera que diversidad fuera el segundo nombre del sitio ya que permite a quien lo visite, diversidad de actividades y de experiencias. El hecho de tener una terminal de transporte al interior del centro comercial ha ayudado mucho a impulsar el desarrollo en los barrios circundantes. Su ubicación estratégica al lado del aereopuerto Olaya Herrera le han dado la ventaja de recibir tanto a sus visitates diarios  como los que llegan por parte del aereopuerto. Incluso se está construyendo un hotel de cuatro estrellas para recibir a los viajeros que llegan a estos dos lugares.


"Cuando sea grande quiero ser escritor"






José Alejandro Castaño es escritor y periodista. Su pasión es escribir, el periodismo lo hace como herramienta de supervivencia. Es mejor reconocido por su crónica La isla de Morgan que relata la vida sórdida de algunos habitantes de las cuevas de Barrio Triste en Medellín. El hecho de que se tuvo que disfrazar de gay para lograr entrar demuestra su destreza y tenacidad a la hora de conseguir una buena crónica.

Al llegar al salón de clase su aire descomplicado y sencillo no hace alusión alguna a los grandes logros y reconocimientos que este autor ha ganado.
No empezó hablando de sí mismo, se sentó y esperó pacientemente a que alguien le hiciera una pregunta.

Con una voz débil que no concuerda con su porte de hombre grande y bien parecido, le contó al grupo que desde pequeño siempre se decía que cuando fuera grande, quería ser escritor, admite que aún hoy, se levanta, se mira al espejo y se recuerda que cuando sea grande quiere ser escritor.
Su amor por contar historias viene desde su padre, quien era panadero. A veces José Alejandro lo acompañaba a entregar los pedidos y durante el recorrido su padre le contaba historias que lo transportaban en su imaginación. Aclara que la habilidad de su padre era innata mientras que él tuvo que aprender el arte de captar al lector. En honor a su padre escribió un artículo llamado “Papá no me olvides” que relata sus vivencias con su padre y cómo le marcó la vida.

Se graduó como Comunicador social de la Universidad de Antioquia. Entró a trabajar como periodista practicante al periódico El Colombiano en el año 1997 a los 21 años. En ese entonces estaba recién casado. Durante el día trabajaba en el periódico y durante la noche trabajaba en el banco Conavi. Al año siguiente tuvo a su primera hija, Laura, por lo que él mismo dice que se quedó en esos trabajos por el dinero. A los tres años de estar trabajando en el periódico, renunció. Él opina que siempre se debe trabajar en lo que hace feliz a la persona. Por eso, a pesar de que ha tenido muy buenos puestos, si el trabajo  le impide hacer lo que más lo apasiona, escribir y viajar, entonces, sin importar la paga, renuncia.


Es un hombre sencillo, que aprecia los pequeños detalles de la vida. No se jacta de sus logros y reconocimientos internacionales, solo quiere escribir, es el sueño que lo impulsa a vivir cada día. Dice con modestia que le da pena ver todo lo que escriben de él en internet y que si por él fuera lo borraría. Se niega fehacientemente a abrir un perfil en Facebook y no tiene televisor en su casa.

Actualmente trabaja como cronista de las revistas Soho y Semana, ocasionalmente escribe para la revista peruana Etiqueta Negra, está en el proceso de escribir una novela para la editorial norma y tiene un contrato con la Casa América de literatura  para escribir crónicas de 5 países bolivarianos. A pesar de que tiene tanto trabajo involucra a sus hijas en todas las decisiones toma y afirma que nunca pasa por la oficina más de dos veces por semana.
Odia el periodismo estático. “Hoy en día los periodistas recorren el mundo, pero por Google sentados en su silla de la sala de redacción, la mayoría de los periodistas son gordos y separados” dice Castaño. A él le gusta salir a buscar la historia, mirar donde los demás no miran y por eso es que él encuentra grandes historias que nadie había descubierto antes. A los periodistas que han trabajado con él les ha prohibido ir a ruedas de prensa porque los considera una manera facilista de hacer reportería, solo podían ir si hacían reportería en las calles, si investigaban por su parte. Su amor por recorrer las calles está reflejado en sus botas viejas y desgastadas, que han visto más cosas extraordinarias que el común de las personas.

Cuenta que fue editor general del periódico El Heraldo de Barranquilla. Ganaba un sueldo altísimo, pero renunció al poco tiempo porque se decepcionó de la manera que funcionaba el periódico. Afirma que a los periodistas les pagaban mal, que jamás recibió carné, que los dueños se empeñaban en manejar el periódico de una manera anticuada y que se dio cuenta de que a pesar de que le descontaban del pago de la EPS, le llegó una carta diciendo que el periódico llevaba varios meses sin pagar. Todo esto y algunos factores más fueron los que lo llevaron a tomar esta decisión.





En cuanto a su vida personal, habla animadamente de sus hijas y afirma que son lo más importante para él en su vida. Se refiere a Laura y María Alejandra como sus reinas y afirma que le encantan involucrarlas en lo que él hace. Cuenta una anécdota de que cuando eran pequeñas, cada vez que tenía que viajar, ellas le daban un peluche para que viajara con él. Él llevaba a sus “nietos” como llama afectuosamente a esos peluches, a todas partes a donde iba y cuando llegaba de nuevo a casa sus hijas se enteraban de todas las aventuras de su padre gracias a Mickey Mouse.

Sus hijas son las protagonistas de muchas de sus crónicas, en especial el artículo llamado “Como se baña a un elefante” y ahora cuenta que la mayor, Laura, le encanta leer y que le ayuda a revisar algunos de sus textos. José Alejandro se casó muy joven, algo que afirma “No se hace”, pero se divorcio hace 5 años, “Sí se hace”. A pesar de esto es un padre que está siempre pendiente de sus hijas. Asegura que la paternidad no se construye por Messenger y que se esmera día a día por no ser un padre de centro comercial.

Opina José Alejandro, que se padre es lo más emocionante y emotivo que le puede pasar a un hombre, pero que el oficio de serlo está sobrevalorado. Viendo la confusión del grupo antes esta afirmación, explicó que mientras muchos padres dicen que harían cualquier cosa por sus hijos, él tiene la precaución de que precisamente por sus hijas, él no haría cualquier cosa, “por ellas es que no mataría, por ellas es que no robaría” 

Desde pequeñas sus hijas están enteradas del oficio de su padre. Cuando él salía a hacer algún reportaje, les contaba de qué se trataba, aunque fuera sangriento, violento o triste.
Dice que muchos los han cuestionado por esto, él dice que siempre quiso que sus hijas conocieran la clase de mundo en el que viven y se den cuenta de lo privilegiadas que son.

Actualmente este paisa nacido en el barrio 12 de octubre vive en Santa Elena sin televisor y con todos sus “nietos”. Considera a Medellín una gran ciudad, pero le asombra como los paisas pueden ser tan amorosos y tan malignos al mismo tiempo.

Cuando se le pregunta por lo que lo define, afirma que “uno no es solo lo que consigue sino también lo que se pierde.” le contó al grupo de una ocasión en que perdió una casa muy bonita que le había costado mucho, porque la embargó para pagar un viaje.  José Alejandro es un hombre de reflexiones muy profundas que no se queda con ellas sino que las comparte. Ese fue el momento preciso en que él le preguntó al grupo “¿Que estarías dispuesto a pagar por tus sueños?” Él se identifica como un escritor sencillo. No le gusta que lo asocien con el estereotipo de escritor bohemio, bebedor, fumador y jugador. Él no es así, lleva una vida muy sana y sencilla y a pesar de que no toma, ha descubierto que tiene una alta resistencia al alcohol.

En cuanto a la política, tiene opiniones muy definidas. Reconoce al presidente Uribe como una persona inteligente, trabajador y mal presidente. A Chávez lo tilda de populista del carajo y a la guerrilla le da el calificativo de “hijos de puta”.
Reconoce  que Colombia está profundamente marcada por el narcotráfico, que es un tema presente en casi todos los aspectos de la cotidianidad y que es el negocio que mantiene estable la economía colombiana.

Es creyente fiel de la teología de la liberación  y explica que ve la pobreza como una injusticia social y no un regalo de Dios.

Este cronista, ganador de 5 premios Simón Bolívar, varios premios internacionales, reconocido escritor y periodista se muestra como una persona aterrizada, inquieto por la verdad y la justicia, buscador incansable de historias y relatos dignos de ser contados, un hombre humilde, pero que sabe lo que quiere en la vida-escribir- y que nunca se dejará vencer por las adversidades. Refleja una profunda sabiduría en sus ojos y en la manera que en se viste, se peina y en los gestos que hace.

Tiene un profundo respeto por las personas que lo rodean y siente una urgencia de compartir lo que la vida le ha enseñado. Es por eso que para despedirse del grupo compartió una verdad impactante. “El pobre debe ser sujeto de reivindicación y no objeto de caridad” Quiere enseñarle a sus hijas y todos a ser generosos con lo que se tiene porque no todos tienen lo mismo, hizo un llamado de atención a los estudiantes para que aprovechen la oportunidad de estudiar porque hay muchos jóvenes en el país que quisieran ocupar un puesto en el aula y no pueden.

José Alejandro Castaño me pareció un hombre admirable en su vida profesional. Tiene mucha trayectoria y la manera en que ha asumido su reconocimiento es admirable, con sencillez y humildad.



Historia de vida


Es un hombre con una historia muy extensa e interesante. Este peruano de 48 años está casado con una colombiana desde hace 21 años. Desde pequeño demostró una extraordinaria inteligencia y madurez. El mayor de tres hijos, creció en un hogar donde su padre como Teniente Coronel del ejército tenía que viajar mucho. Por eso fue criado mayormente por su abuela y su madre. Pero es evidente en la manera de expresarse que su padre fue una figura de ejemplo y admiración.

Habla con nostalgia de su juventud, de los veranos en Lima en que al salir del colegio o la universidad se iba con sus amigos para la playa con nada más que una pantaloneta y una toalla bajo el brazo. Habla con emoción de las vacaciones en que con su hermano cogían un bus hacia alguna región lejana del Perú a visitar a su padre y a vivir aventuras dignas de Indiana Jones.

Cuando entró a estudiar medicina usaba las vacaciones para hacer de voluntario en alguna misión médica en las selvas del Perú y ahí despertó un profundo sentido de labor social y ayudar a los demás.

Después de casarse vivió en Convención, Norte de Santander por un año, donde nació su hija mayor. Después se trasladó con su familia a vivir en un pueblo recóndito de la selva peruana a servir en una misión médica llamada San Lucas durante 5 años, donde nació su segunda hija. Nuevamente se trasladó con su familia a Escocia porque recibió una beca para estudiar teología en una de sus universidades más prestigiosas. Ahí nació su hijo, el menor de todos, el Benjamín.

Su amor por Latinoamérica pudo más y al terminar sus estudios decidió trasladarse nuevamente con su familia a Medellín Colombia, a trabajar en un seminario bíblico evangélico, donde lleva trabajando 12 años.

Manuel habla de su vida con contentamiento. Demuestra una alegría nostálgica por los recuerdos de su vida, por recordar que alguna vez tuvo 20 años, energías para mochilear, ganas de conquistar al mundo y voluntad para dejar una huella en la sociedad.

Es un hombre amante de Dios y amante de su familia. En cierto sentido es perfeccionista y se exige excelencia en todo lo que hace, al igual que se lo exige a sus hijos. Ahora a sus 48 años vive una vida más tranquila, no demuestra ser el hombre que a los 20 practicaba paracaidismo y hacía campañas de salud en las tribus perdidas de la selva, pero lo que hace, lo hace con la misma pasión y entrega con la que ha hecho todo el su vida.

Por tiempos parece un hombre severo, aparenta muchos más años de los que en realidad tiene por una barba muy poblada y ya totalmente blanca yna una calvicie casi total. Sí es estricto en muchas cosas, pero severo no. Tiene ideologías muy concretas y no “come cuento de nadie”. Le gusta descubrir las cosas por sí mismo y cualquier conversación que se sostenga con él tiene que ser estructurada, argumentada e inteligente, por lo contrario simplemente no perderá su tiempo en conversaciones vacías.

A pesar de ser tan exigente en todas sus actividades, lo que más le gusta hacer es dormir y cocinar. Le gusta relajarse, subir los pies y descansar en una hamaca, un sofá o una mecedora, simplemente mirando el paisaje mientras disfruta de un buen vino o una buena cerveza.

Es un hombre de múltiples facetas, pero firme en lo que cree y piensa, no es fácil persuadirlo porque hasta puede llegar a ser terco, pero estos atributos lo han llevado a ser quien es hoy, un hombre respetado y admirado por sus compañeros de trabajo, su familia y sus amigos, alguien a quien acuden en momentos de dificultad para escuchar una palabra que los aconseje y los ayude a encontrar el camino correcto.

Perfecto amor (parte 2)

Con el tiempo aprendió a interpretar algunas de sus señales. Simón se dedicaba a garabatear en un papel dibujos inentendibles que le mostraba a ella con una mezcla de orgullo y urgencia en sus ojos.
Se rehusaba fehacientemente a hacer las terapias que Luciana le conseguía con médicos especialistas y a la hora de las medicinas, Luciana tenía que rogarle para que abriera la boca.

Lo más doloroso para ella era no poder escuchar su fuerte voz nunca más. Había días en que ni si quiera lo quería ver, pero otros en los que no se apartaba de su lado por nada. Luciana estaba partida en dos. Jamás imaginó que quedaría toda su vida cuidando a un inválido. Su lado egoísta le decía que ella era demasiado jóven y hermosa para estar esclavizada a otra persona. Pero cuando se daba cuenta de lo que estaba pensando, temblaba de miedo al imaginarse lo que Simón sentiría si supiera. A pesar de todo, ella lo amaba y aunque su cuerpo ya no fuera perfecto, su amor seguía siendo perfecto.


Los garabatos de Simón se volvieron más y más frecuentes y él insistía con más desespero a medida que se iba debilitando. Luciana aumentó la dosis de medicina y visitas médicas, pero él los rechazó contundentemente, hasta el punto en que tuvo que ser nuevamente hospitalizado. Ella no le encontraba ningún sentido a esos garabatos, pero obviamente eran importantes para Simón así que empezó a tratar de decifrarlos. Eran realmente cosas muy sencillas, una cruz, un sol, un corazón y muchos otros símbolos a los que ella no les hallaba sentido. Se le ocurrió que tal vez, Simón le temía a la muerte y francamente ella también le temía a la muerte de Simón. A pesar de que él era una carga en ese momento, ella no podía vivir sin él y estaba convencida de que se recuperaría, había tardado tanto en encontrar a su perfecto amor y estaba dispuesta a perderlo...

Una risa sarcástica escapó sus labios, ¿cómo pudo haber sido tan ciega a lo que Simón estaba queriendo decirle? Siguió leyendo con avidez.

Un día ella entró al cuarto del hospital y Simón le extendió el papel con unos nuevos garabatos. Luciana suspiró frustrada, pero le recibió el papel. Palideció al ver los nuevos dibujos. Era obvio el mensaje e inmediatamente se dio cuenta de que Simón no le temía a la muerte, todo lo contrario.
“¿Quieres que te deje ir?” le preguntó ella con un tono de suplica. Simón cerró los ojos y asintió con la cabeza. Luciana dejó caer el papel al suelo y salió de la habitación. No volvió en todo el día.

Al día siguiente entró silenciosamente a la habitación de Simón y se acostó a su lado. Le acarició el cabello y le besó la cara. Tomó una de sus grandes manos, ya débiles, entres las suyas pequeñas y lloró. Simón se despertó, pero no se movió y se quedaron los dos ahí un largo rato, ella sin hablar y él sin moverse.
Después de mucho tiempo, ella le susurró en el oído, “Espérame a donde sea que vayas”. Las lagrimas rodaron por el rostro de Simón, sin embargo le sonrió.


Luciana dobló el viejo papel arrugado y lo guardó nuevamente en la agenda. Alzó la mirada y la luz del sol que entraba por la ventana abierta la llenó de esperanza. Sonrió al sentir el viento correr por su cara. No estaba curada, pero ella sí se recuperaría, resistiría porque sabía que la estaban esperando.

Perfecto amor (parte 1)



Un papel viejo y arrugado llamó la atención de Luciana. Después de todo lo que había pasado con Simón, ella no había vuelto a abrir la agenda que él le había regalado, simplemente era muy doloroso. Empezó a leer lo que ella había escrito ahí:

Recordó el día en que lo conoció. Ella había ido a eskiar con unos amigos y se había perdido en la montaña. Pasó casi toda la noche en una cueva hasta que Simón la encontró casi muerta de frió. Pero no había ido en busqueda de ella. Él también se había perdido y buscaba donde refugiarse. Luciana no era muy amigable con los hombres. Consideraba que ninguno tenía lo que ella buscaba. Pero no era el momento de hacerse la antipática, así que después de que él prendió una fogata, conversaron toda la noche, y hablaron de todo un poco. De su pasado, de su trabajo, de lo que querían hacer si sobrevivían a la tormenta y esa noche tan helada. Se hicieron amigos y cuando los rescataron al día siguiente Luciana estaba empezando a creer que tal vez había encontrado el perfecto amor que había estado buscando toda su vida...

Una sonrisa melancólica se dibujó en los labios de Luciana al terminar el primer verso y siguió leyendo...


Por su cabeza pasaron momentos como el primer beso, la canción que él le dedicó y el día en que le propuso matrimonio. Todo marchaba tan perfecto como ella lo había deseado. Su luna de miel fue en una playa de blanca arena y mar cristalino.

Lagrimas llenaron los ojos de Luciana, pero siguió valientemente leyendo, aunque sabía que solo la llevarían a recordar...


Con un agudo dolor recordó el día en que él salió a cabalgar con sus amigos. Ella lo esperaba para cenar, pero cuando vio que se demoraba empezó a preocuparse. Simón jamás llegaba tarde. Esperó y esperó hasta que finalmente timbró el teléfono, era Felipe, uno de los amigos con los que había salido ese día.
Con precisión repitió para sí las palabras de Felipe, “El caballo de Simón se desbocó y él se cayó, lamento decirte que no se encuentra bien.” La sensación de vértigo que sintió en ese momento también estaba intacta en sus memorias, pero todo lo que sucedió luego esa noche era una mancha borrosa.

Luciana se encontraba al lado de la cama de Simón, en un cuarto de hospital poco amigable. El mundo perfecto de Luciana se había derrumbado en un segundo. Su perfecto amor yacía inmóvil, sin poder hacer nada por sí mismo y ella jamás pensó que tendría que estar preparada para una situación así. ¿Qué iba a hacer? Los médico le habían dicho que no había mucho que pudieran hacer. Tal vez lograra respirar por sí mismo, (aunque probablemente necesitara tanque de oxígeno) o hasta depronto recuperar la movilidad de sus brazos, pero jamás volvería a hablar, escribir ni mucho menos caminar, había sufrido lesiones en la columna y la cabeza. Luciana tenía una voluntad de hierro y esa noche juró cuidar a Simón hasta que se recuperara, (porque tenía plena fe de que así sería), pero no sabía lo que se le venía...

ya no quería seguir leyendo...la memoria estaba haciendo que la cicatriz del pasado sangrara nuevamente, pero no podía parar, había abierto una puerta que no podía cerrar.


La culpa la inundó cuando pensó en el primero momento en que quizo dejarlo todo tirado, incluido a Simón e irse lejos donde pudiera olvidarse de toda esa pesadilla. No poder comunicarse con él la desesperaba, nunca sabía qué quería, a pesar de que él trataba de hablarle con la mirada y con el poco movimiento de sus manos. Él veía su desespero y lloraba de frustración mientras que ella trataba de fingir paciencia y comprensión, virtudes que no creía poseer en el momento.
















lunes, 28 de febrero de 2011

¿Es normal o seré yo?

Las mudanzas son algo relativamente "normal" en mi familia. No es el pan de cada día, pero cada cierto número de años el anuncio llega. Empaque y vámonos. Ya todos nos sabemos el proceso de memoria; pedir cajas en los supermercados, escojer los libros que vamos a regalar (que nunca super la veintena) y empezar a botar la basura que hemos arrastrado a todas partes con nosotros desde hace 20 años, como si fueran parte de la familia.

La casa empieza a parecerse a una zona de desastre post - guerra, la sala se convierte en un depósito, las habitaciones son las causantes de varios problemas respiratorios y la cocina me hace pensar en la descripción del refugio que da Anna Frank en su diario.

Obviamente la familia asume esto diligencia, entramos en modo mudanza, nuestra curiosidad por la nueva casa se limita a pregunta en qué barrio es y si tiene baño para cada uno, pero no nos sorprende el hecho de que, como muchos, no tenemos la misma casa hace 15 años, ni lloramos por los amiguitos que dejamos en el conjunto pasado, la vida sigue.

Obviamente esto es normal ¿o no? Mirando nuestro caos como caso individual, no veo otra manera de hacer las cosas, pero compárando nuestro estilo de mudanza con los de otras familias (costumbre muy perjudicial, pero inevitable) veo que todos logran empacar en una semana, mudarse, y tener el nuevo hogar reluciente dos días después. Los muebles no sufrieron en el trasteo, no se rompieron cuadros y uno no ve libros por ninguna parte. Es como la celebridades que después de tener mellizos, quedan con cuerpos de infarto dignos de Playboy.

Es en este punto donde yo me pregunto si somos anormales, pero he llegado a la conclusión de que lo normal es ser raro.

A veces suceden cosas en la vida de uno que lo ponen a pensar que no es normal. Todos tenemos ese temor interno y secreto de ser los únicos que están completamente locos en el mundo. La pregunta es ¿Qué es ser normal?

Si vivimos comparándonos  con los demás, nunca vamos a estar contentos con el bulto que nos tocó cargar, todos los demás son normales, menos yo. Pero la realidad es que todos somos distintos, cada persona tiene sus particularidades que desde una inspección rigurosa nos haría concluir que es anormal, pero que desde la superficie social, se adapta a lo que consideramos normal.

Por eso  he llegado a la conclusión de que sí, somos desorganizados, nuestros muebles se desbaratan en la mudanza, empacamos con esmero las bolsas del mercado que sobran, tenemos más libros que una biblioteca y no nos gusta salir de ellos, y lo más probable es que no quede con cuerpo de reina después de mi primero hijo (cuando lo tenga en futuro lejano), pero soy normal.