lunes, 28 de febrero de 2011

El Parque del Poblado, a vuelo de pájaro


El sol brilla fuertemente por entre las hojas del árbol donde vivo. El mío es el más grande de todo el parque, está casi en la mitad. Vivo aquí desde que nací. Mi nidito queda entre las ramas más altas, desde donde puedo ver todo lo que sucede.


Los días soleados son los mejores; vienen muchas personas al parque durante el día, especialmente a la hora del almuerzo. Alrededor del parque hay muchos almacenes y negocios, y es de ahí de donde vienen los trabajadores para almorzar, conversar y descansar. Generalmente vienen de dos en dos, de vez en cuando llega alguno solo, saca su almuerzo y lee un libro bajo la sombra de algún árbol. A veces es el mío, pero otras es el árbol de alguno de mis amigos. En este parque vivimos muchos pajaritos y cantamos todo el día, pero la gente no nos oye por el ruido de los buses y carros que pasan por acá cerca. Como les iba diciendo, a veces vienen dos amigos en corbata o dos jovencitas en uniforme. Se sientan en una banquita o al pie de un árbol y hablan mientras comen de unas coquitas de colores.

Hay un indigente que siempre duerme aquí. La gente no se acerca a la esquina donde él duerme porque le tienen miedo, pero yo sé que él no hace nada. Solo duerme. Arriba, ya casi llegando a la avenida grande, hay una señora que todos los días se sienta en el mismo lugar y vende minutos; no sé para qué los humanos venden su tiempo, pero lo hacen. He visto que la gente llega, le da unas monedas y ella les presta su teléfono. En esta parte de arriba también hay  una estatua de una señora indígena. Mis papás me contaron que hace muchos años las primeras casas de la ciudad en construirse fueron las del parque, que la ciudad había empezado ahí. Eso me hace muy orgulloso.
En muchas ocasiones veo a dos señores que se encuentran en una banca bajo la sombra y discuten asuntos de la vida. Los entiendo porque este parque es muy pacífico y tranquilo. No pareciera por el ruido que mencioné antes, pero cuando yo estoy en alguna ramita cantando, la gente se relaja y yo también.

Los días que llueve son igual de divertidos, pero creo que a las personas no les gusta tanto. Mis amigos y yo cantamos justo cuando termina de llover y todo está fresco y limpio, pero me he dado cuenta que esos días no vienen los trabajadores a almorzar juntos bajo las ramas de mi árbol, ni vienen las parejas a conversar. La señora que vende minutos si viene y el indigente también, pero el resto de personas no.

Otra constante en este parque son los policías. Lo que pasa es que hace algunos años pusieron en toda la esquina un CAI. Los humanos le llaman así a la caseta donde trabajan los policías. Ellos están ahí para preservar el orden, el cual es muy necesario los fines de semana por la noche.

Lo que pasa es que los viernes y sábados por la noche mi lindo parque pierde toda señal de tranquilidad y paz porque se llena de jovencitos. La mayoría vienen en grupos grandes o en parejitas. A veces beben, pero la mayoría de las veces solo vienen en plan de conversar y compartir un buen rato. Algunos hasta traen guitarra y cantan con sus amigos. No es por se orgulloso, pero ninguno canta como nosotros (aunque nunca nos escuchan). Es divertido verlos porque es su manera de buscar entretenimiento, pero no es el mismo parque calmado y tranquilo de la tarde. Lo que pasa es que como son jóvenes las cosas a veces se salen de control y hay ocasiones en las que los jóvenes bajan borrachos de otro parque que hay unas cuadras más arriba y crean desorden, por eso los policías son tan importantes.

En conclusión debo decir que mi parque es mágico para mí. Todos los días van personas diferentes, pero siempre es la misma rutina y las personas que le dan personalidad a mi parque nunca faltan. Me gusta mucho vivir aquí aunque me molesta mucho que nadie me oiga cantar por el ruido de los buses. Los carros y los buses pitan todo el día, sus motores suenen como leones rugiendo y botan tanto humo que me da miedo sofocarme o despertar un día sin voz para cantar.

Ese es el único problema que tiene mi parque porque todo lo demás lo hace un lugar único, lleno de paz, tranquilidad y frescura.

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